Ha pasado más de un año desde la última vez que escribí aquí. Lejos de apenarme, me agrada ver que releyendo alguna entrada sigo pensando exactamente igual: no hay nada peor que releer antiguos pensamientos y descubrir que no tenían mucho sentido. Es quizá un signo de madurez, aunque también lo podría ser de estancamiento (ambas cosas suelen ir un poco unidas también).
Además, cuando se me ha pasado alguna idea por la cabeza durante todo este tiempo, normalmente minutos antes de perder la consciencia y dormirme cada noche, la he apuntado muy rápido, ya que sé que es totalmente imposible que la vuelva a recordar una vez recuperado el estado de vigilia.
Uno de esos apuntes (de 18, cada uno para una entrada de esta longitud aproximadamente, lo cual me da bastante material) dice: «El tecno-borrego (estar a la última en todo por Internet y seguir la tendencia en redes sociales)». Tal cual. Voy a escribir lo que se me ocurra a partir de ahí.
– Definición –
«¿Ahora te enteras?» suele ser la frase estrella del tecno-borrego. Este ser, alimentado con los mejores pastos de fibra óptica, visita diariamente (y varias veces por día) multitud de lugares donde la actualidad está que trina, ya sea literalmente (en Twitter, en adelante «el Pajarito»), otra redes sociales como nuestro amigo Facebook (en adelante «el Caralibro») o blogs varios, entre los que afortunadamente no se encuentran los de este estilo, ya que leer más de 4 párrafos sin una imagen enorme en la cabecera ni información sensacionalista le cortocircuitaría su pequeño tecno-cerebro, ansioso de repetir como un loro con tal de impresionar a las masas.
Sin embargo, el tecno-borrego no es un borrego común y estúpido. ¡Al contrario! Tiene bastante inteligencia y mucha sabiduría. Es posible que hubiera que rebautizarlo como el tecno-mandril, pero me mantendré leal al borrego, ya que el mandril es menos mainstream, como suele decirse ahora en lugar de «convencional». Decir mainstream se ha hecho mainstream por desgracia.
Pero a lo que iba: el tecno-borrego… digamos «tipo I» es un ser con cabeza. Es capaz de retener una increíble cantidad de datos en su córtex (si es que se retienen ahí). Sus fibrillas cerebrales retozan en la información pura. También posee cierta inteligencia «típica», ya sabéis, capacidad espacial, lógico-matemática, etc. Por desgracia, su inteligencia emocional suele tender asintóticamente a cero de forma exponencialmente proporcional a la cantidad de personas con las que se codea en un momento dado cuando no se habla de aquello que conoce.
El tecno-borrego también suele ser un sujeto masculino. De hecho es un auténtico macho cabrío. Su juego no es ver quién tiene la cornamenta más fuerte o los cojones más grandes, si no intentar adoptar la posición de dominante en base a la cantidad y actualidad de su conocimiento, relevante o no. Se le distinguirá especialmente de otros amantes del conocimiento por su insistente y molesta actitud de elevar la voz por encima de la de los demás y levantar la barbilla en cada afirmación. Interrumpir a otra persona mientras habla no le supone ningún problema con tal de iluminarte, viéndolo como un favor sin importancia de aleccionante paternalismo. Él tiene que contarte la noticia, tú no puedes contársela a él (ni a los demás).
¿Pero de dónde extrae este mefítico (pero por desgracia no mítico) ser su conocimiento? ¿Acaso sorbe bits del continuo espacio-tiempo? Bueno, eso ya depende. Si es medianamente inteligente busca fuentes lo más fidedignas posibles. No se conforma ni con Wikipedia si no que tira para arriba, normalmente buscando más referencias especializadas a partir de ahí. También está el tecno-borrego tipo II (a falta de un nombre mejor, aunque el loro conspiranoico le vendría bien) el cual directamente se cree cualquier cosa, literalmente, que se publique en cualquier medio. Y lo republica. Este tecno-borrego tipo II es un auténtico cáncer para el conocimiento. Te reenvía correos electrónicos donde afirma que la Luna se verá 20 veces más grande (lo cual ocasionaría un fin del mundo tal cual lo conocemos si fuera cierto), mensajes del wassap donde te advierte que tienes que reenviar otro para que empiece a ser gratis… y un sinfín de tonterías similares. El tipo II es un borrego sin tanta inteligencia, repite lo que oye como un lorito y, de ser conspiranoico, ha anunciado el fin del mundo en una fecha concreta al menos un par de veces en su vida; también, a pesar de que cree que el gobierno de los EEUU mantiene conversaciones con extraterrestres desde hace décadas, no cree que se haya llegado aún a la Luna. Si tu reacción al leer esto ha sido un «¡Pero es que…!» eres uno de ellos.
Del tecno-borrego tipo II hay que decir que es gregario. Tienden a agruparse para alimentarse entre sí con diversas teorías conspiranoicas para así formar un círculo marcadamente anti-sistema, rumiando, regurgitando, compartiendo y volviendo a engullir esas verdades que nadie más sabe. Sin embargo, el tecno-borrego tipo I (del que hablábamos inicialmente) siempre intentará competir y sobresalir. Cuando dos tecno-borregos tipo I se encuentran y opinan algo diferente, estos tienden a pisotearse mutuamente. En lugar de intentar llegar a la verdad de una forma ordenada y sosegada, ellos esgrimirán motivos y fuentes, aplicarán pseudo-lógica sobre una base incorrecta para llegar a la conclusión que defendían en un principio, no cediendo un ápice en el proceso.
Esto último no es sólo típico de tecno-borregos, lleva ocurriendo años desde que el hombre es hombre (o desde que el hombre es animal mejor dicho, aunque es una afirmación equivalente). Pero estos borregos del siglo XXI se caracterizan por utilizar la tecnología para acrecentar su defensa del territorio.
El resultado de las batallas campales entre los tecno-borregos tipo I suele ser la impresión y respeto que el aparente vencedor gana frente los tecno-borregos tipo II. Los no tecno-borregos pueden sentirse también impresionados si no entienden nada de lo que se hablaba. Por fortuna, algunos simplemente observan, piensan lo que quieren y asienten, sin decir nada ni dejarse influenciar más de lo que su propia lógica dicta. En cuanto al aparente perdedor de la contienda, al ser también un tecno-borrego seguirá hablando del tema intentando convencer a un último pobre diablo cuando ya el resto del grupo pasó a otra conversación.
Llegados a este punto, donde esta entrada aparenta tener una marcada actitud crítica -la tiene-, hay que decir que uno no se puede clasificar ni fuera ni dentro de la categoría de tecno-borrego. Casi todos lo somos un poco: simplemente unos más, otros menos. No pretendo estar totalmente limpio de esta plaga tecno-borreguil, pero por fortuna al menos soy consciente de ella.
Como último apunte, decir que el tecno-borrego no tiene por qué hablar de tecnología: puede sólo usarla mal para hablar de cualquier cosa. Si se siente mal un día y hay cientos de comentarios en el Pajarito criticando algo, él se sumará a la crítica expresando su tremenda indignación, sin haber leído exactamente qué ocurrió. Se asegurará de expresar convenientemente cuán injusto, intolerante, egoísta o sinsentido es el mundo o el sistema, sin pensar en una alternativa o en las consecuencias de una posible alternativa. Así, su insatisfecha necesidad psicológica de pertenencia a grupo (como veremos más adelante) se verá virtualmente saciada. Es aquí donde se pone de manifiesto el borreguismo, ya que cualquier «pastor» que sepa manipular convenientemente el terreno hará que los borregos vayan por donde quiera.
– Antecedentes, formación –
Es bien sabido que venimos de los animales. Somos uno más de hecho, con un cerebro algo especial y evolucionado. Los animales, especialmente mamíferos masculinos, siempre han luchado por ser el cabeza de grupo, el alfa, el dominante, al que no se le puede vencer o contrariar. Esto desde el punto de vista puramente biológico y basándose en la fuerza física es positivo, ya que así los más fuertes se reproducían más -ya que tocaban a más hembras- y la especie se hacía más fuerte. Por otro lado, la sensación de pertenencia a grupo hacía más fuerte al grupo de animales en sí, colaborando para alcanzar fines comunes (como la caza).
Luego vino el hombre primitivo, hasta la revolución industrial. En un principio la herencia animal podía ser igualmente positiva, aplicando la misma lógica. El problema vino cuando nuestra inteligencia nos convirtió en civilizados. Ya no era necesaria la fuerza física obligatoriamente. La inteligencia se hizo la controladora de los recursos, ya fuera por influenciar en la gente, por inventar algo revolucionario o por simplemente ser capaz de hacer algo que otros no sabían hacer igual de bien. Los trabajos que requerían fuerza cada vez se iban relegando más a animales con sus debidos mecanismos acoplados -piénsese en un arado- o a máquinas. En otras palabras, recursos y descendencia no dependieron de la fuerza física. Aún así, cuando dos personas se peleaban, todavía tenían el tirón de la fuerza animal metido en sus molleras. Empezaban a acercarse, desafiarse, incluso juntar cabezas al más puro estilo búfalo loco para finalmente empezar a pegarse tortas (y aún ocurre en nuestros días). El papel de la mujer en esta época, por desgracia, continuó siendo exactamente el mismo que cuando éramos animales, salvo contadas excepciones. Al menos no entraban en el juego, aunque era natural que se fijaran en sujetos con más inteligencia y recursos. Ellas aún no podían obtenerlos en ese sistema anticuado.
Época humana moderna, era digital. Aquí estamos ahora, cambiando modas a toda pastilla y en teoría más civilizados que nunca. Eso si no tenemos guerras y si pertenecemos a un país desarrollado, obviamente. Todavía los machitos siguen intentando ser el dominante de cualquier grupo por fuerza física, al menos hasta la adolescencia. Pero es aquí donde surge la nueva especie: un reducido grupo de personas, normalmente incapaces de competir a nivel físico con los machitos clásicos, se dedican a estudiar duro. Sacan dieces en los exámenes. Se refugian en los estudios a falta de una mayor inclusión social, lo cual, si esa sociedad inmediata que les rodea es condenadamente mediocre, no será necesariamente la peor de las elecciones.
Pero hay un problema.
No olvidan ni perdonan. Piensan que más adelante su momento llegará. Todo ese tiempo que los demás se han pasado de fiesta en fiesta, ligando, ganando dinero con trabajos de mierda, se volverá en su favor más adelante. Tras muchos años, ha estado delante de pantallas, en su mundo de conocimiento y felicidad sin demasiadas personas alrededor: no obstante, tras tanto tiempo se ha rodeado de un grupo de gente afín… pero el daño ya está hecho. Ha cambiado el ring, ha cambiado las armas, pero su actitud es la misma: la inmadurez de un animal, el machito tecnificado amparado en el extenso conocimiento que ha amasado en su cráneo. Es de lo que se ha rodeado, es lo que ha aprendido. Ha elegido otras armas, eso es todo. No ha sido más que otro borrego que ha seguido la misma dirección que el resto, ha jugado al mismo juego: se puso menos puntos en fuerza y agilidad y se los puso en sabiduría e inteligencia. No hay más.
En cuanto al uso de la tecnología, la sensación de pertenencia a grupo se puede suplir fácilmente en redes sociales, repitiendo como loros lo que el resto dice. Voces unidas para construir verdades que por desgracia nunca se sabe si son ciertas, pues a veces sí que lo son, a veces no. De todas formas, cualquier persona no tecno-borrega debería saber que ninguna afirmación mínimamente polémica puede expresarse como verdad absoluta en 140 caracteres. Si fuera tan sencillo no habría polémica.
En esta época digital hay móviles. Hay noticias constantemente. Hay redes sociales. Hay trolleo por Internet. Postureo. ¡El tecno-borrego ha nacido! Utilizará todo eso para ser mejor. Tendrá más seguidores en el Pajarito, más amigos en el Caralibro. Se gastará el dinero en un móvil de última generación por año, cada uno con una pantalla con mayor densidad de píxeles que el anterior, en lugar de ahorrarlo para operarse la vista (no sé si se aprecia la ironía). Publicará en las redes sociales lo feliz que es en todo momento o escupirá críticas no constructivas sobre un sistema que le ha dañado mucho. Cuidado si se cae Twitter, sufrirá un shock anafiláctico por su alergia a la no-conexión. Téngase preparado Reddit, Forocoches o Mediavida en otro dispositivo (el suyo cayó al suelo y a pesar de ser de última generación, cristal protector «el super gorila de zafiro» y una funda absorbe-choques… en fin, ha reventado), para mantenerlo tranquilo. Nunca usar una copia de Twitter en la caché de Google: el tecno-borrego sabrá que no es actual (ha pasado ya por lo menos 2 minutos desde su publicación e incluso lo retuiteó varias veces) y morirá sin remedio.
Bromas aparte, en cuanto al papel de las mujeres en esta era digital se ha igualado mucho con el del hombre. Ellas han cogido algunos defectos y algunas virtudes que solo poseían los hombres. Defectos como fumar como un carretero o ser mal hablado, virtudes como acceder a puestos de trabajo de responsabilidad, estudiar ingenierías u otros campos de carácter tradicionalmente masculino, etc, a la vez que siguen manteniendo esa inteligencia emocional tan poco frecuente en nosotros a la hora de expresar sentimientos (estoy generalizando). Aún hay desigualdad, pero el progreso ha sido muy importante si se compara el último siglo con toda la historia anterior de la humanidad (y eso son muchos siglos). Lo que importa relacionado con el tema que nos ocupa es que no se les ha contagiado el tecno-borreguismo. El número de mujeres tecno-borregas es ínfimo, aunque algunas hay de tipo II. No obstante, ahora tanto hombres como mujeres nos fijamos en los demás, vía redes sociales, sin distinción, y todos presumimos y aleccionamos impunemente para que todos se fijen más en nosotros, o para desahogarnos y ver si estamos solos en el universo. Es más fácil eso que encarar los problemas. La pantalla del ordenador es un escudo aún mayor que el parabrisas de un coche. Saca nuestro Mr. Hyde sin importar demasiado el sexo masculino o femenino.
Resumiendo, como consecuencia de lo anterior y para concretar la definición: el tecno-borreguismo no es más que el conocimiento y uso de tecnologías actuales al servicio de nuestra herencia animal desagradable, ya sea para:
1) Aparentar/presumir, sobresalir por encima de los demás (borrego tipo I o tecno-mandril macho territorial)
2) Para satisfacer nuestra necesidad de pertenencia a grupo, desahogar nuestra desgracia y criticar al sistema sin pensar antes (borrego tipo II o el tecno-loro, dirigido por el borrego tipo I y opcionalmente conspiranoico)
3) Ambas.
– Cómo no convertirse en uno: los límites –
Como he comentado anteriormente el tecno-borreguismo es un mal que nos afecta a todos, especialmente a los hombres y a las personas que hayan estudiado o usen herramientas de comunicación digitales. Hay formas de evitarlo o minimizarlo sin embargo y a eso van dedicados los siguientes párrafos, con ejemplos prácticos. Disfruta del paseo.
Para empezar, es perfectamente normal tener un teléfono móvil moderno, los smartphones son una navaja multiusos, ni más ni menos. Alarma, periódico, reproductor de audio, mapa, GPS… incluso reproductor de vídeo, consola portátil, lo que sea. Todo en uno. A pesar de que nunca es recomendable poner todos los huevos en la misma cesta, es una herramienta muy útil. El estar al tanto de ciertas novedades no te convierte en un tecno-borrego.
En referente a móviles, lo que te convierte en un tecno-borrego es necesitar estar a la última por una cuestión de imagen, presunción, etc. Seguir el hype internetesco y querer tener una pantalla de 5 pulgadas con una resolución que aún no se ve en pantallas de televisión, cuando ni siquiera vas a usar contenido que lo aproveche.
También el tener una conversación con alguien, y estar a la vez enviando mensajes por el móvil. Además de tecno-borrego te convierte en maleducado. En ese caso, si es importante, como mínimo una educación básica te debería instar a pedir permiso o disculpas, acabar lo antes posible y volver a la conversación en el mismo punto que estaba.
En las redes sociales es donde estos seres más se ponen de manifiesto. Es como su prado arco-iris repleto de pequeños tesoros. Tienen que enterarse de todo y contestar a todo con la verdad absoluta. Si algo no está en la red social, no ha pasado. El llamado postureo invade el Caralibro y otros medios. ¿Pero hasta dónde se puede considerar «normal» (menuda palabra) publicar tu vida en las redes sociales? Para mi, en tanto y cuanto no te prive de otras interacciones sociales cara a cara y no se haga con ánimo de presunción será correcto. El problema es que ninguno somos capaces de conocernos a nosotros mismos tanto como para decir si estamos haciendo eso un poco. La honestidad y las buenas intenciones, el no ser hipócrita, el no «sonrío en la red pero luego te pongo a parir». Todos juzgamos a todo el mundo y decimos nuestras opiniones (es inevitable), pero usar una red social para acrecentar la falsedad es muy propio del tecno-borrego.
El tecno-borrego no vive el momento: lo almacena o cuenta. Está demasiado ocupado fotografiando o filmando. No deja la cámara grabando y lo mira: la deja grabando y lo mira a través del visor de la cámara. Es así de tecno y así de borrego. ¿Cómo evitar semejante idiotez? Bueno, si se permite hacer fotos, haz alguna. Si se permite grabar, graba. Pero piensa un poco, ese momento quizá no se repita, y no estás poniendo tus sentidos en él. Yo he sido de fotografiar y grabar todo, por lo que hablo con conocimiento de causa. Si te gusta, no hay nada de malo, pero ves preparado para disfrutar del espectáculo, broma, reunión de amigos, lo que sea sin tener que echar mano de tu aparato (electrónico). O coges un trípode. O lo sitúas donde sea. Si quieres de verdad fotos, también puedes pasar la cámara a otras personas y que vaya rotando. Si estás demasiado pendiente de cualquier aparato, el tecno-borreguismo te absorberá poco a poco. Obviamente esto no se aplica si has salido a hacer fotos a propósito.
En cuanto a ejercicio físico, el tecno-borrego no solía hacer demasiado hasta hace un par de años. Se han puesto de moda las pulseras cuantificadoras u otros wearables, la quintaesencia de los borregos tecnificados… o simplemente usar los móviles. Como hasta ahora no tenían forma de comunicarles los kilómetros a los demás, no hacían deporte. Consumía un tiempo que se podía usar para tecnificarse un poco más. Ahora, como además de en videojuegos pueden desbloquear logros en la vida real, se han animado a hacer deporte, cuando antes no lo hacían. ¿No lo habéis notado? Está de moda hacer deporte que se pueda trackear. Y se llama running, porque correr es algo que hacían nuestros abuelos, pasado de moda, muy mainstream, a pesar de ser lo mismo. También el ciclismo está en auge. ¿Cómo usar la tecnología en el deporte sin ser un borrego técnico? Bueno, si siempre has hecho deporte y has empezado a usarlo para superarte o llevar un control, es entendible. Si quieres hacer ver que estás haciendo algo para hacer que otros se animen para apuntarse, es también entendible. Si quieres que todos te admiren por lo que estás haciendo y tratas tus cifras como una bandera de conquista para una ración de postureo matutino, bienvenido al corral eléctrico. ¿Lo complicado? Darse cuenta. Si experimentas sensación de satisfacción al verlo publicado en tu querido muro, estás cayendo.
Habrá muchos más ejemplos. El secreto es en gran parte la actitud y las formas con que lo hagas. A veces alguien que pretende presumir publica algo exactamente de la misma forma que lo hace alguien que quiere compartir. Al principio es indistinguible, pero por el tipo de persona o comentarios subsiguientes uno debería darse cuenta pronto.
En general, no es tampoco malo que un individuo intente sobresalir. El problema es cuándo, cuánto y cómo. Cuándo: Hay cosas que no vienen a cuento en un momento dado. Si todos están hablando de un problema de alguien y tú ansías empezar a hablar de videojuegos para decir a dónde te has llegado, tienes un problema. Cuánto: Si no paras de hablar y la otra persona no hace más que asentir vagamente… la estás aburriendo. Cállate o al menos pregúntale qué opina, no hagas el discurso de tu vida. Cómo: una actitud hiriente no sirve de nada. Si tu forma de hacerte valer es empequeñeciendo a los demás es porque no eres capaz de sobresalir por ti mismo. No puedes decirle a alguien que está equivocado sin seguir su lógica y plantearle el fallo. En este sentido, si lo haces sin querer, por costumbre, intenta darte cuenta o ser más suave.
He mantenido a veces actitudes tecno-borreguiles en mi vida y he dejado de hacerlas o las he disminuido bastante con el tiempo, afortunadamente.
– Cómo tratarlos –
Bueno, digamos que tú no eres un tecno-borrego (¿estás seguro?) y algún conocido sí. ¡Qué contrariedad! No sabes si dejar de seguirle en Twitter, porque si entras a leer algo 9 de cada 10 entradas son suyas y satura todo. Y es tu amigo, no puedes dejar de seguirle. ¿Qué haces? Te equivocas. Puedes dejar de seguirle. Asunto concluido. Una relación de amistad no depende de tu conexión en el Caralibro o el Pajarito, por favor, un poco de cabeza.
Además, hoy no hace más que aleccionarte sobre, digamos, la teoría de la relatividad. Hoy le ha dado por hablar de relatividad y agujeros negros, fruto de un capítulo de Cosmos que le mojado los calzoncillos. Sería genial aprender algo de eso si te interesa y no fuera un tecno-borrego…
Pero ninguna de esas dos cosas son verdad. Te interesan los problemas humanos más terrenales e inmediatos, y se expresa de forma pedante. Piensas: «Cierra la puta boca, desgracia humana, ¿no ves que no me importa?» mientras arqueas las cejas fingiendo sorpresa y asintiendo con una técnica ya bastante depurada. ¿Es esto correcto? ¿Deberías decirle algo?
A veces no se trata de ser o no hipócrita, si no de la actitud de cada uno, de la paciencia de cada uno, del grado de confianza, del grado de respeto… el chaval ha visto algo y está emocionado. Bueno, díselo: «no me interesa», «me estás rayando tío». Otra cosa que puedes hacer es, solo en caso de tener mucha paciencia, aprender algo. Ignorar la forma y quedarse con el contenido. El tecno-borrego te permite aprender, ¿y por qué no? Mientras tú no adoptes la misma actitud después, ya sabrás algo más. Es él quien se jacta, pero no ve que no sale beneficiado: no vamos a entrar en el juego de «guau, cuánto sabes, impresionante»: estás por encima de ello, eres consciente de la psicología de la situación. Esto solo es válido si en otras ocasiones nuestro amigo Norit ha dicho cosas con un mínimo sentido y no sandeces o exageraciones.
Cuando hagan lo de los mensajitos por el móvil mientras hablas, es fácil: deja de hablarle si es tu único interlocutor o dirígete a los otros. No, tirarle la copa encima del móvil no es buena idea. No debes odiar al tecno-borrego: debes sentir penar por él. No se da cuenta de lo que es.
¿Está presumiendo de móvil absurdamente avanzado? Bueno, te recomiendo que le dejes tranquilo, que retoce feliz. Pero si quieres ir un poco a la contra o interesarte a ver si realmente merece la pena, las preguntas son: «¿Cuánto te ha costado?» y ¿»Qué puedes hacer que con el anterior no?», preguntas que suelen poner de manifiesto al tecno-borrego: se habrá gastado cientos de euros cuando su anterior móvil no tenía problemas. Lo que pasa es que ahora tiene más RAM, más densidad de píxeles, incluso medio palmo más le ha crecido la polla.
Hay otro punto importante de estos seres que me dejo en el tintero: las modas o las noticias del momento de Internet. «¿No conocías este meme?», «Ese vídeo de Youtube es más viejo…», «¿En serio no has visto esa serie?»… Hay gente con una vida que no depende de los megas contratados, sólo los usa de vez en cuando. Gente con personalidad propia, que no va a elegir una forma de vestir o llevar cierta apariencia, ya por convencionalismo o por moda. Existen personas con una vida interior increíblemente rica, pero que normalmente no se anima a compartirla por el simple hecho de que los tecno-borregos no se animan a escuchar, y no quiere convertirse en otro más (cosa complicada a veces). Estas personas no tienen tiempo de ver lo último de Internet, o bien no tienen ganas y, si la cultura popular se construye a partir de cosas así, entonces la cultura popular es una puñetera bazofia. Divertida, pero para nada de obligado conocimiento. Pero es lo que tiene el tecno-borrego en su vida. Colabora construyendo su Matrix feliz particular.
¿Hay un escándalo y el Pajarito está que trina? (Traducción: ¿hay un trending topic en Twitter porque X ha hecho Y?) Por supuesto que estará muy mal eso, sea lo que sea. Tal cual está escrito en una frase corta poca gente se equivoca. ¿Tienes ganas de compartirlo con los amigos? Bueno, para no propagar información falsa o exagerada, lo mejor es leer la fuente. E incluso la fuente, normalmente es exagerada. Vivimos en un mundo de información sensacionalista, yo mismo he escrito a veces de forma sensacionalista. Hay que hacer de abogado del diablo siempre. Probablemente pienses que quizá ha pasado esa noticia porque hay otra cosa que de base estaba también mal y la persona que hizo tal cosa no tenía otra opción, y los loros retuiteantes no lo están pensando. Pero si publicas eso parecerá que estás defendiendo aquello que es repudiable. Entonces, ¿qué hacer? No hay solución. No en 140 caracteres. Un sistema como Twitter tiene la desventaja de que no se pueden hacer afirmaciones universales sin excepciones (no tienes espacio para matizar), de forma que siempre alguien responderá a la contra, siendo esta contra una afirmación también refutable. Es de ello de lo que se alimenta el Pajarito y por ello por lo que no es un buen lugar para dar opiniones ni hablar de nada polémico o complejo. Pero los tecno-borregos lo usan para eso sobre todo. Mi consejo: no entrar al juego en estos casos.
– Conclusión –
Animo a todos los que leamos esto algún día (si bien soy consciente de que es una entrada que va a envejecer muy mal) a preguntarnos nuestro grado tecno-borreguil. Si es alto, quizá debamos cambiar algún hábito de nuestra vida (o no-vida). No puede ser que dediquemos un 50% a vivir y otro 50% a registrarlo, presumir o envidiar cómo viven los demás a través de una pantalla.
No importa cuán avanzadas sean las tecnologías que invente el ser humano: la plebe las usará para lo que nuestro atrasado cerebro semi-animal dicte. No somos maduros. Nadie. La humanidad es todavía adolescente, básicamente, con independencia de la edad de un individuo dado o su madurez. Nuestra evolución ha implicado mayor inteligencia inventiva y de comprensión de lo que nos rodea, pero muy poca inteligencia emocional y de nuestro propio interior. En otras palabras: la seguimos liando parda.
También decir que no es que crea que esto sea el fin del mundo o un drama, suelo reírme cada vez que entro (últimamente no tan a menudo) en una red social. Este tocho no es más que una opinión personal, usando alguna metáfora o exageración para hacer palpable un hecho del que no todo el mundo es consciente… y que cada vez va a más.
Se podría pensar que llamar borrego a alguien que actúa territorialmente está equivocado: quizá en un primer momento. Los chulo-playas de gimnasio pueden ser idiotas pero no borreguitos. Pero cuando ves que hay miles, quizá millones a tu alrededor, te das cuenta de que en realidad todos siguen el mismo patrón, están cortados por las mismas tijeras, siguen un mismo camino. Si además están usando la última tecnología a manos del público para hacerse oír y chocar la cornamenta, en lugar de sus músculos… ahí los tienes: tecno-borregos.